Diario El Mundo, edición de Castilla y León. 21 de abril de 2020.
En España llevábamos disfrutados unos cuarenta años de una bonita libertad relativa o, cuando menos, una agradable sensación de la misma.
A partir de la catarsis tras el final de las guerras que devastaron numerosos países Europeos toda una generación, ahora la más castigada por la pandemia que sufrimos, trabajó, pensó, protestó y se posicionó con ahínco. Sus frutos fueron el respeto de los ciudadanos por los gobiernos de turno y unos derechos y libertades que hemos llegado a considerar fundamentales. Ideologías tan encontradas como las de laboristas y conservadores británicos en tiempos de la Dama de Hierro o los de los diputados de la primera legislatura democrática española convergieron en el respeto a los ciudadanos. Consideraron a la población que gobernaban como genuinos poseedores del poder. Aquí es importante ser conscientes de que los gobernantes dependían precisamente de esa población para reconstruir los respectivos países y generar los recursos que soportaran el funcionamiento de los mismos.
Los gobernantes dependían precisamente de esa población para reconstruir los respectivos países
Pero las cosas han cambiado y empiezan a cambiar con una velocidad vertiginosa. Lo que más me alarma es la proliferación del conformismo, la adhesión a las leyes del mínimo esfuerzo y el seguimiento atolondrado de medidas y opiniones precocinadas que afectan a aspectos fundamentales de nuestras vidas.
Me intranquilizan las iniciativas y medidas totalitarias. Sobre todo por lo que suponen de anticipo del futuro distópico que nos espera
Me intranquilizan las iniciativas y medidas totalitarias, antidemocráticas e insostenibles a las que nos estamos viendo sometidos en España – y en otros países con gobiernos de distintos signos – con la excusa del bien colectivo.
Me intranquilizan sobre todo por lo que suponen de anticipo del futuro distópico que nos espera. No se dejen engañar. Despierten. Piensen. El control de la información y de “la verdad” junto con esa “renta mínima vital” que algunos presentan y consideran “el maná que siempre han querido y que merecen” no son más que el inicio del camino a una “solución final”. Esas medidas van a generar justo lo contrario de lo que están proclamando. No van mejorar la sociedad ni paliar las diferencias en el reparto de la riqueza. De mantenerse en el tiempo, en veinte años van a generar una casta subsidiada, dependiente, sometida, privada de voluntad, que nunca va a estudiar, ni trabajar, ni aportar. Ninis sexagenarios de pura cepa. La casta de los inservibles.
¿Adivinan a quienes van a privar de cualquier recurso vital escaso cuando llegue el momento?
Durante la actual crisis sanitaria estamos viendo cómo se priva de los respiradores que ellos mismos pagaron a la generación que trabajó y lucho para construir el actual estado de bienestar “porque son viejos”. ¿Adivinan a quienes van a privar de cualquier recurso vital escaso cuando llegue el momento en el que haya que decidir “a quien sí y a quien no”? Al tiempo…
Fernando dice
El futuro distópico y Ninis sexagenarios de pura cepa… Merece una charla profunda… Pero con un whisky/Ron de 15 años en los labios….
Consuelo Herrero dice
Cuánta razón encuentro en esta reflexión. Amigo mío.
Esa nueva casta subsidiada y callada. Sin tener que pensar en nada para ser mejor manejada.