Diario El Mundo, edición de Castilla y León. 6 de febrero de 2018
De unos años a esta parte estoy observando un fenómeno que me intranquiliza: la proporción de seres humanos que ignora la presencia de otros congéneres crece sin parar. Puede ser por individualismo, inseguridad, egocentrismo, complejo de superioridad, mala educación… Lo que sea, pero no es bueno para el individuo ni para la sociedad.
la proporción de seres humanos que ignora la presencia de otros congéneres crece sin parar
Para quien no esté al tanto, cuando una máquina o dispositivo “inteligente” aparece en un canal de comunicación (red/wifi/cable) en el que pudiera haber otros elementos capaces de comunicarse, hace lo posible por identificarse, identificarlos, contar sobre sí mismo, averiguar qué otros hay, qué servicios ofrecen, explorar oportunidades de conectar… Lo anterior parece, no es casualidad, como si humanos se hubiesen ocupado de trasponer los usos y costumbres de las relaciones sociales humanas al mundo de las máquinas. Las antiguas costumbres humanas.
Me consta que no soy el único que se fija en cómo cada vez es más frecuente encontrarse personas que se cruzan, o entran y salen de lugares en los que hay otras personas, sin saludar, sin decir adiós, ni mediar palabra. Ignorando cualquier atisbo de presencia humana, pero si hay wifi les falta tiempo para conectarse. A veces concentradas en las pantallas de sus teléfonos móviles, puede que leyendo, puede que que comunicándose con otra persona, o puede que intercambiando mensajes con un “chatbot” (en castellano “bot conversacional”).
Ignorando cualquier atisbo de presencia humana, pero si hay wifi les falta tiempo para conectarse
Un bot conversacional es un software especializado en las comunicaciones máquina-persona, que está apoyado en inteligencia artificial y cuyo cometido principal -hoy por hoy- suele ser comercializar bienes o servicios y dar soporte sobre ellos. El asistente virtual de Renfe “Irene” es un ejemplo, en Facebook hay miles. Cada vez son más sofisticados y las conversaciones con ellos más fluidas y “humanas”. En breve, a la par que los progresos en inteligencia artificial, será realmente complicado distinguir si lo que hay al otro lado de un chat es un humano o un bot.
Seguro que habrá quien no esté de acuerdo, pero no hay chat – ni bot – que pueda igualar las buenas sensaciones de unas relaciones sociales variadas y cuidadas con otros humanos presentes en el mismo espacio y tiempo.
Cada uno que construya un gerundio del verbo que más adecuado le parezca, pero comportémonos como seres humanos y disfrutemos del “networking” entre humanos. En el juego de las máquinas, a largo plazo tendríamos la partida perdida y el premio de consolación es una soledad infinita.