A diario las noticias de todo el mundo se hacen eco de situaciones como las siguientes: los principales fabricantes de automóviles llevan a cabo ERTE porque no pueden fabricar debido a la falta de componentes electrónicos; grandes marcas paralizan la presentación de novedades porque no pueden fabricarlas; ciertos modelos de ordenadores no están disponibles porque su misma tarjeta gráfica es utilizada en el “minado de criptomonedas”…
Aún queda mucho camino hasta que situación se restablezca
Detrás de todo lo anterior hay unas causas comunes: la pandemia ha entorpecido la fabricación de casi todo, en el mundo hay muy pocos fabricantes de circuitos integrados (chips, muchos basados en silicio que se obtiene de arena), hoy cualquier producto con partes eléctricas incluye entre uno y cientos de circuitos integrados y montar una fábrica de estos exige una inversión ingente que las hace poco atractivas, además de lentas de construir y poner en marcha.
Ahora es fácil verlo (antes subcontratar su fabricación era todo ventajas), pero ha quedado claro que en un mundo muy digitalizado la fabricación de semiconductores es una industria crítica
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Un chip “normalito” es toda una obra de ingeniería, micro-arquitectura y fabricación con tolerancias infinitesimales. Su diseño lo realizan empresas grandes, medianas y pequeñas. Pero la mayoría de ellas son de un tipo que se denomina “fabless” (sin fábricas); esto es: tienen la capacidad de diseñar, pero no de fabricar. Paulatinamente en el mundo occidental hemos ido perdiendo casi toda la capacidad de fabricación de chips y ahora la subcontratamos en Asia a gigantes especializados justo en eso: fabricar.
Si a un sector muy concentrado en pocas empresas, le sumamos problemas en su propio suministro por la COVID y una ingente demanda – en parte incrementada por la tecnología que medio mundo necesitamos para teletrabajar – el resultado es: problemas de suministro, especialmente en las referencias que dejan menos margen. Sobra decir que los problemas de suministro siquiera en un chip de los miles que incorpora cualquier producto con electrónica desembocan en que el producto completo no se puede fabricar porque nunca llegaría a funcionar, o no lo haría a satisfacción de los usuarios. Y aquí estamos. Algunos problemas los sorteamos rediseñando las placas electrónicas afectadas… pero eso también requiere tiempo.
Ahora es fácil verlo (antes subcontratar su fabricación era todo ventajas), pero ha quedado claro que en un mundo muy digitalizado la fabricación de semiconductores es una industria crítica y, propongo, deberíamos esforzarnos en recuperar la capacidad que perdimos.
Este artículo también ha sido publicado el 20 de abril de 2021 en la edición en papel del diario El Mundo de Castilla y León
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