A todos nos suena la frase de Miguel de Unamuno “¡que inventen ellos!, que nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones”. Corría el año 1906. Tiene ya bastante más de un siglo; pero, a la vista del esfuerzo en I+D del conjunto de España, podría ser interpretada como el sentir promedio, aún hoy, de nuestro país respecto a los temas relacionados con la investigación y el desarrollo.
En las últimas semanas hemos sido testigos de anuncios de movimientos industriales que suponen un duro golpe para el empleo en España. También hemos escuchado comunicados preocupantes para el empleo en nuestro país por parte del gobierno fránces respecto a las actividades manufactureras de Renault fuera de las fronteras francesas. Esta vez, y de momento, se ha que ha quedado en un susto y un aviso.
Debemos de ser conscientes de que la titularidad de la propiedad industrial de una parte importante de los productos que se fabrican en España pertenece a empresas extranjeras y de que esas actividades generan un porcentaje importante de los empleos de nuestro país. Comentario jocoso: por lo menos hasta que un ministro ajeno a la realidad diga lo contrario; como ya han hecho recientemente al describir la industria turística.
Por otro lado, desde la crisis de 2008 se habla de “decoupling” (desacople) entre los principales motores económicos mundiales. Y la reciente pandemia ha devuelto el tema a las agendas políticas mundiales. Uno de los principales objetivos del desacople es la repatriación de puestros de trabajo desde los paises que están “fabricando para otros” (el ejemplo más claro es China) a los países titulares de la propiedad industrial de los productos fabricados. No casualmente estos últimos países coinciden con los que mayor esfuerzo han realizado, y realizan, en innovación.
Cualquier jugador de balompié, cualquier político de medio pelo y, casi, cualquier nini con paguita trabajan menos, ganan más y son más conocidos y admirados que un investigador
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A todo lo anterior sumémosle una situación inestable y llena de incertidumbre a nivel mundial y la progresiva aceleración del proceso de sustitución de empleados humanos por máquinas y algoritmos. Si unimos los puntos tenemos una recta que nos indica la tendencia: concentración del empleo en los países con mayor capacidad y esfuerzo en innovación. Evidente, si somos capaces de abstraernos de lo que necesitamos y de cómo nos gustaría que fuera el futuro desde el minimo esfuerzo.
Y para poner la no-guinda del no-pastel nos encontramos con un mercado laboral nacional en el que cualquier jugador de balompié, cualquier político de medio pelo y, casi, cualquier nini con paguita trabajan menos, ganan más y son más conocidos y admirados que un investigador dedicado en cuerpo y alma a desarrollar -pongamos- una vacuna. Así nos va. Y así nos va a ir si no le ponemos remedio urgentemente.
Este artículo también ha sido publicado el 9 de junio de 2020 en la edición en papel del diario El Mundo de Castilla y León
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