Las pasadas Navidades he recibido menos mensajes de felicitación que otros años. Llegué a pensar que mi familia y amigos se habían olvidando de mi. Pero hablando con otras personas, que me transmitieron lo mismo de su parte, llegué a la conclusión de que se trata de "la crisis". El envío de menos mensajes puede ser una estrategia de ahorro y un reflejo del estado de ánimo colectivo.
A pesar de la escasez, alguna felicitación llegó. Una llamó especialmente mi atención: "Feliz 2010 que el 2009 ya está visto". Seamos realistas; una cosa es que este año no se presente con unas previsiones económicas boyantes, pero tampoco es para renunciar de entrada a todo lo bueno que puede suceder en 365 días. Por ejemplo que un familiar enfermo se recupere pronto, disfrutar de buena salud uno mismo, tener un hijo, fortalecer las relaciones con familia y amigos, acabar los estudios, etc, etc. Puede que tengamos que arreglarnos con menos dinero; o incluso con una casa más pequeña, con el mismo coche, la misma televisión, pasando las vacaciones en casa… De acuerdo, pero eso no debe impedir que valoremos y disfrutemos lo positivo que sucederá durante este año.
Si nos centramos en el mundo empresarial, es innegable que la actual coyuntura no es precisamente favorable para el ágil y rentable desarrollo de las empresas. Habitualmente, si realizamos una actividad siempre del mismo modo y bajo las mismas circunstancias los resultados serán aproximadamente similares de una vez a la siguiente. En el último año el contexto en el que llevamos a cabo nuestras actividades empresariales se ha complicado progresivamente; lo que apunta a que haciendo las cosas como hasta ahora se van a obtener resultados distintos, probablemente peores.
"Cuando la situación es adversa y la esperanza poca, las determinaciones fuertes son las más seguras"
Habrá que hacer cambios para contrarrestar el efecto de un contexto menos favorable si queremos mantener la rentabilidad, la facturación o, simplemente salir airosos de la que está cayendo. Propongo dos estrategias a implementar de forma sucesiva:
- A corto plazo: incrementar la rentabilidad de la empresa. Lo primero es entender perfectamente cómo funcionamos: ¿qué beneficio nos deja cada producto o servicio y qué costes llevan asociados?, ¿qué áreas de negocio son rentables y cuales no?, ¿qué clientes son rentables y cuáles no?, ¿cómo está nuestra productividad comparada con la óptima y con el resto del sector?, ¿cuáles son y cómo están otros indicadores específicos de nuestro negocio? Una vez realizado, y entendido, el anterior análisis podemos proceder a optimizar el funcionamiento actual. Por ejemplo: invirtiendo en las áreas más rentables y, a lo mejor, retirándonos de las que no lo son, reforzando el equipo humano con los mejores profesionales o reduciendo la cantidad de horas de trabajo requeridas por unidad producida mediante la automatización de procesos.
- A medio y largo plazo: crear y poner en el mercado productos y servicios innovadores, no vale más de lo mismo cambiando el color, que aporten el máximo valor al usuario/cliente final y que requieran los menos recursos posibles (materiales, humanos y económicos) en su producción y puesta en el mercado. Como modelo inspirador podemos pensar en los fabricantes de telefonos móviles: cada generación de terminales es mejor, más barata, más ligera y con más prestaciones que la anterior.
En definitiva: el objetivo es conseguir más producto o servicio con menos recursos y para ello lo primero es sustituir la "fuerza bruta" por inteligencia, herramientas y una planificación precisa. La buena noticia es que en el mercado hay disponible tecnología avanzadísima que puede aportar importantes mejoras de productividad y rentabilidad en todos los sectores.
Voy a terminar con una frase de un famoso historiador romano: "Cuando la situación es adversa y la esperanza poca, las determinaciones fuertes son las más seguras". Tito Livio.
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