Diario El Mundo, edición de Castilla y León. 15 de enero de 2019.
Con las nóminas de enero los 2,5 millones de trabajadores que en España cobran el salario mínimo verán materializada la subida que ha decretado el actual Gobierno de España. Esto implica que soldar una chapa, limpiar un hospital, recoger aceitunas o atender el teléfono es -de golpe- un 22% más caro. Pienso que cualquier porcentaje de cambio de doble dígito requiere pararse a analizar las razones y las consecuencias.
Cualquier porcentaje de cambio de doble dígito requiere pararse a analizar las razones y las consecuencias
Dice el BOE que «El citado incremento atiende a la mejora de las condiciones generales de la economía y tiene como objetivo prevenir la pobreza en el trabajo y fomentar un crecimiento salarial general más dinámico». Esa frase yo la entiendo como: lo subimos porque mirando hacia atrás, que no al futuro inmediato, creemos que como país podemos permitírnoslo y porque con esta subida los que mantengan el empleo tendrán más poder adquisitivo; en este momento no nos preocupa el poder adquisitivo de los que se van a quedar sin trabajo como consecuencia de esta subida.
Por otro lado está la posición de la gran mayoría de los poseedores de poder de compra (todos nosotros en mayor o menor medida) a la hora de adquirir un bien o servicio: el precio es el criterio número uno de decisión. De ahí los “precios bajos todos los días”, “si lo encuentra más barato …”, etc. Si a la eterna búsqueda del precio más bajo posible le añadimos que los precios de ciertos productos o servicios se encarecen por una fuerte subida en uno de sus componentes, en este caso la mano de obra, ¿qué va a ocurrir?. Lo evidente: que los compradores nos vamos a seguir decantando por las alternativas más económicas que, entre otras “ventajas”, contendrán una menor cantidad de ese componente que ahora es mucho más caro y, encima -se supone, luego lo explico- no aporta “valor percibido” al producto final. Desde luego, alternativas con menos contenido de mano de obra no nos van a faltar: opciones con menos horas de persona y más horas de máquina o fabricadas/prestadas en/desde lugares con mano de obra más barata.
Apreciar es reconocer y estimar el mérito de alguien o de algo
Propongo una solución al problema: que todos los que tenemos poder de compra subamos el “aprecio mínimo” a las personas que fabrican los productos y prestan los servicios. Según la R.A.E., apreciar es “reconocer y estimar el mérito de alguien o de algo.” Esto es tan fácil de aplicar como: comprar el mueble a un carpintero que trabaja genial, consumir los lácteos de unos ganaderos que tratan a sus vacas de maravilla, comprar la lavadora en una tienda en la que -por un poco más- te la instalan y se llevan la vieja.
Sin lugar a dudas, ese incremento en el aprecio al desempeño de las personas se transformará en negocios más rentables que podrán mantener el empleo e incluso crearlo y subir los salarios de forma natural; no vía Real Decreto.
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