Diario El Mundo, edición de Castilla y León. 3 de marzo de 2020.
Hameln es una ciudad alemana, a cincuenta kilómetros al suroeste de Hannover, principalmente conocida por el cuento “El Flautista de Hamelín”. Según la fábula, en un momento del siglo XIII la población estaba infestada de ratas hasta que un día apareció un hombre con una flauta. Al tocar el instrumento las ratas se concentraron entorno a él y siguieron su música. Caminando, las dirigió al río donde los roedores se ahogaron librando así a la ciudad de la plaga.
En plena época de transformación digital podemos identificar un paralelismo entre el conocido flautista y muchos ejemplares (desde luego no todos) de “influencers”, “youtubers”. Tanto el flautista como los generadores de fotos y vídeo a los que me refiero tienen la sorprendente capacidad de desplegar un poder de atracción irresistible para otros seres vivos. De una especie distinta en el cuento y congéneres ahora; aunque, a la vista de algunos vídeos “ASMR” con ruidos de todo tipo, no me extrañaría que hoy en día las legiones de seguidores/”followers” estén compuestas por una amalgama de mamíferos, plantas… y hasta peces.
Lo más preocupante es el efecto de estos flautistas 4.0 en la educación, motivaciones y aspiraciones de sus jóvenes, y también adultos, “followers”
Lo más preocupante es el efecto de estos flautistas 4.0 en la educación, motivaciones y aspiraciones de sus jóvenes, y también adultos, “followers”. Seguidores que, pensemos inocentemente, visualizan unos contenidos que en muchos casos, y sin previo aviso, no son más que publicidad de terceros o autobombo camuflados de opinión sincera tras la impostada naturalidad y campechanía de quien verbaliza unos mensajes totalmente vacuos de contenido de relevancia.
La musiquilla de los “influencers” es justo que los que algunos incautos necesitan
En general los humanos apreciamos el confort que nos generan las certezas y la seguridad. Y solemos tender a realizar el mínimo esfuerzo. La musiquilla de los “influencers” es justo que los que algunos incautos necesitan para hacer suya una opinión, apuntarse gratis a un grupo/secta y enarbolar una bandera sin pasar por el proceso de documentarse y reflexionar concienzudamente sobre los temas de interés para cada cual. Estamos ante un caso más de “listo para usar”. O, mejor dicho, de “usar y tirar”. Mientras esas personas, en los casos más jóvenes con personalidades aún por definir, consumen ese tipo mensajes hipnotizantes – con una puesta en escena atractiva para ellos – están dejando pasar la oportunidad de adquirir conocimientos y opiniones sólidos sobre su entorno, las personas que tienen físicamente más cerca y sobre su propio yo. Esto está minando el desarrollo personal y profesional de muchas personas y, la suma de todas, a la sociedad y civilización a la que pertenecen.
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