Diario El Mundo, edición de Castilla y León. 22 de noviembre de 2016

Desde mediados de los 90, y durante los 10 primeros años de existencia del Internet accesible a particulares que conocemos, el modelo de creación y consumo de contenidos estuvo muy polarizado entre quienes creaban y publicaban contenido (periódicos, empresas, administraciones, etc) y las personas que consumíamos lo que ofrecían los anteriores. En esos tiempos se accedía a Internet fundamentalmente “para ver lo que escribían otros”.
En este mismo instante existen millones de dispositivos electrónicos que automáticamente publican datos en Internet para ser consultados y aprovechados por personas
A partir de 2004 esto cambió y se empezó a hablar de “web 2.0” como la red en la que tanto organizaciones como particulares crean contenido. Lo que antes requería conocimientos técnicos avanzados, ahora podemos hacerlo con cualquier ordenador básico e incluso con un móvil de menos de 100 euros. La capacidad de publicar opiniones, contar historias y retransmitir sucesos -vía Facebook, Twitter, Instagram, etc- se ha extendido a todas las personas con acceso a Internet. Podemos afirmar que publicar en Internet “se ha democratizado”.
Además, desde hace relativamente pocos años, son habituales en Internet otros “creadores” de contenido: las cosas. Sí, cosas; sin ojos para ver ni manos para teclear.
En este mismo instante existen millones de dispositivos electrónicos que automáticamente publican datos en Internet para ser consultados y aprovechados por personas. Algunos ejemplos son los sensores en camiones que informan sobre su posición y la temperatura de la carga, termostatos que nos permiten controlar la calefacción desde el móvil o coches que alertan al 112 cuando han tenido un accidente.
Yendo aún más allá, también existen millones de sensores y máquinas que recogen y transmiten información para ser consumida exclusivamente por otras máquinas; sin ningún humano por medio que lea, entienda y procese los datos. Ejemplos de este segundo tipo de generación y aprovechamiento de información son las impresoras que cuando se quedan sin tinta piden más al proveedor, sensores de humedad que arrancan y paran el riego según el cultivo va necesitando agua, contadores eléctricos que envían al sistema de facturación de la compañía nuestro consumo diario… y otros cientos -miles- de aplicaciones más.
Todos estos dispositivos conforman el “Internet de las cosas” y aprovechan la misma infraestructura que nos permite leer un periódico digital, o ver un vídeo en Youtube. Su misión es hacernos la vida (aún) más fácil.
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