Diario El Mundo, edición de Castilla y León. 12 de septiembre de 2017.
Cuando escuchamos “programador” es habitual imaginar una persona sentada frente a dos o más pantallas de ordenador, en un ambiente con iluminación tenue en el que predomina la luz de los monitores reflejada en la tez de quien, ágilmente, controla lo que en ellos aparece. Además, no puede faltar un texto ininteligible que se desliza a toda velocidad mientras la persona gesticula sutilmente indicando “efectivamente, ya lo tengo”.
Si subimos la luz en la misma escena lo que estamos observando puede ser, perfectamente, una persona pensando y valiéndose para ello de una herramienta muy potente: la programación.
Programar es un concepto muy amplio que abarca desde conseguir que el césped del jardín se riegue puntualmente, hasta “fabricar” la aplicación que permite que un avión de pasajeros vuele en modo automático. Los dos casos anteriores son de lo más dispares; pero, por sorprendente que parezca, ambos tienen algo en común: hacer que una secuencia de acciones suceda de un modo que permite conseguir un resultado prefijado.
Programar es tan sencillo como pasarle a tu hijo un pedazo de papel describiendo cómo hacer esas croquetas que a ti te quedan tan ricas
Siempre he visto un paralelismo muy claro entre programar y redactar recetas de cocina. En ambos casos se trata de describir qué pasos hay que seguir para obtener el resultado buscado, contemplando las posibles variaciones más probables que se puedan dar en los ingredientes/datos. Ya sólo me queda decir que programar es tan sencillo como pasarle a tu hijo un pedazo de papel describiendo cómo hacer esas croquetas que a ti te quedan tan ricas: si la descripción de las instrucciones es buena, el resultado también lo será una y otra vez.
Los lenguajes de programación modernos (y sencillos) y la disponibilidad de datos que nos pueden ayudar a satisfacer nuestra curiosidad, o a tomar importante decisiones, nada tienen que ver con los de hace veinte años. Hace dos décadas, en el día a día de una persona normal, una decisión importante se podía tomar tras consultar una enciclopedia en papel, estudiar unos cientos de números y hacer unas cuentas. Hoy en día, quedarse en el mismo nivel de análisis puede llegar a ser incluso temerario. Existe información, fácilmente accesible en Internet, que nos ayuda a tomar decisiones mucho más fundadas. El problema es que analizar “a mano” todos esos datos se puede extender en el tiempo más de lo que nos podemos permitir. Aquí es donde un rudimentario programa puede ayudar a prácticamente cualquiera que lo necesite.
Una búsqueda en Google de “Python para principiantes” será el comienzo de una nueva forma de pensar.
Por su sencillez y enorme comunidad de usuarios yo probaría un lenguaje llamado Python. Una búsqueda en Google de “Python para principiantes” será el comienzo de una nueva forma de pensar.
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