Diario El Mundo, edición de Castilla y León. 15 de mayo de 2018.
Continuamente nos esforzamos, como algo natural, en innovar. Aplicamos nuevos modos, herramientas, conceptos, para obtener mejores resultados con el mismo -o menor- uso de recursos (tiempo, dinero, energía, esfuerzo). Es lo que nos permite vivir cada vez mejor, impulsa la economía, hace nuestras vidas más fáciles y -en general- la mayoría coincidimos en que es bueno y deseable.
Pero no siempre los cambios hacia “un modo distinto” de hacer algo producen buenos resultados, ni son deseables, ni deben continuar. Como en todo, es importante permanecer alerta, aplicar nuestra capacidad crítica y detectar a tiempo las ocasiones en las que lo más recomendable, es dar un paso atrás y retornar al modo de hacer anterior al cambio, a la innovación.
No siempre los cambios hacia “un modo distinto” de hacer algo producen buenos resultados, ni son deseables, ni deben continuar.
Hace unos días, caminando junto a un parque del municipio en el que resido, una imagen golpeó mi mente como un martillo. Contemplé como un jardinero aplicaba, con todo esmero, herbicida sobre la arena de una zona de juegos infantiles -bajo los típicos columpios- con el fin de controlar las pocas “malas hierbas” que eventualmente logran crecer y desarrollarse en las zonas menos transitadas de tales instalaciones. No pude por menos que desviarme de mi camino para interesarme -más bien preocuparme- por lo que allí estaba ocurriendo. Pude averiguar que el producto siendo aplicado era “Glifosato al 36%” y que económicamente es más viable que el uso de la clásica azada, la cual -por lo visto- tiene unos costes prohibitivos; quien lo iba a decir.
Puedo imaginar el día en que alguien pensó en aplicar para el control de algunas especies vegetales “no deseadas” en parques y jardines los mismos herbicidas que -en algunos casos- generan buenos resultados en la agricultura. Lo que a simple vista puede parecer buena idea, en el caso al que me refiero hace aguas por los cuatro costados.
Es una innovación claramente perjudicial para la salud de los ciudadanos
Para la aplicación del mencionado herbicida es obligatorio disponer de un carné habilitador, utilizar equipos de protección y seguir unas normas de seguridad. Eso sí, si eres un niño que está jugando en la arena, puedes chuparte las manos a continuación y no hay normativa que te proteja. Inquietante. El uso de herbicidas en parques y jardines puede ser considerado una innovación en tanto en cuanto supone un cambio respecto al uso de la azada. Pero, desde luego, es una innovación claramente perjudicial para la salud de los ciudadanos. Un claro caso de innovación a revertir, como así lo han hecho ya en muchos municipios.
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