Sobre teletrabajo, deshumanización y el virus de «luego me pongo»
“Teletrabajo”, “por vídeo conferencia”, “compra on-line”, “sin salir de casa”… ¡Puf!, se me empieza a hacer bola tanta afición por la distancia con el resto de congéneres no convivientes. Nos estamos pasando.
En un reciente proceso de selección me he cruzado con varios candidatos que priorizan ofertas de teletrabajo. Lo achaco una moda fruto de la pretendida al tiempo que ya injustificada “nueva normalidad”. En particular me ha llamado la atención un chico –con poco más de un año de experiencia profesional– que, por vídeo conferencia desde la “comodidad” de lo que parecía su dormitorio-despacho, me informó de que lo que busca es “trabajar en remoto”. No pude evitar un escalofrío al empatizar con lo que eso supone: pasar, al menos, 8+8 horas (dos tercios del día) en 20 metros cuadrados. ¡Qué agobio!, quiero pensar que hay presos que cambian más de aires.
Desde la perspectiva de la empresa, mi sensación sobre esta ola de teletrabajo es agridulce. Por un lado nos da acceso a talento (para ciertos perfiles aquí es escaso) ubicado en lugares remotos rayando – o en el pleno centro de – lo exótico. En sentido inverso, el talento local lo tiene también más fácil que nunca para prestar sus servicios en empresas a cientos o miles de kilómetros de su residencia.
Un compañero remoto, poco a poco, se acaba convirtiendo en la foto que se ha asignado en su perfil de la aplicación de videoconferencia
La suma de los flujos anteriores está produciendo un efecto de deshumanización y “comoditización” de los trabajadores remotos. Un compañero presencial es un ser vivo que se manifiesta y relaciona como tal durante toda la jornada y está lleno de matices. Un compañero remoto, poco a poco, se acaba convirtiendo en la foto que se ha asignado en su perfil de la aplicación de videoconferencia, por muchas reuniones o cafés virtuales que mantengas.
Hablando de productividad y de aporte de valor, el teletrabajo es un obstáculo para la colaboración especialmente en aquellas actividades que, al menos en parte, se realizan sobre elementos físicos (máquinas, placas electrónicas, prototipos y cualquier tipo de producto tangible). No es lo mismo dedicar 10 minutos a explicar o preguntar algo codo con codo sobre un producto, que describirlo y mirarlo por una cámara. Nada que ver.
El virus de la postergación en la variante “luego me pongo” está campando a sus anchas
Por último, en el plano individual, no todo el mundo tiene la fuerza de voluntad, entorno físico adecuado, capacidad de organización y disciplina para concentrarse y trabajar conectado sólo virtualmente, y en un horario indefinido, con el resto de miembros del equipo. Me temo que el virus de la postergación en la variante “luego me pongo” está campando a sus anchas y va a dañar los resultados de muchas empresas y las carreras de muchos profesionales que perderán, o no llegarán a adquirir, hábitos de trabajo saludables.
Este artículo también ha sido publicado el 26 de octubre de 2021 en la edición en papel del diario El Mundo de Castilla y León
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