En las últimas semanas me ha aparecido varias veces una campaña publicitaria de Green Peace hablando de “salvar el agua”. Vaya por delante que – en líneas generales – considero la labor de esta organización ecologista como necesaria y útil para el planeta. El vídeo empieza con lo evidente: el agua dulce es un bien cada vez más escaso; pasando a identificar a varios colectivos culpables de su malgasto. Me ha llamado la atención que todos “los malos” de ese vídeo son otros; nunca nosotros, consumidores de a pie. Según el vídeo, el agua la malgastan -entre otros- los que riegan “sin control” productos agrícolas, los que crían la ingente cantidad de carne que consumimos, los que construyen grandes complejos turísticos en los que disfrutamos de las vacaciones y quienes “hacen embalses”; esto último no sé por dónde cogerlo.
"un 30% de los alimentos producidos para consumo humano nunca llegan a ser consumidos"
También escucho con frecuencia a agricultores decir que “los de arriba” no les dejan regar lo que necesitan; que les «están quitando” el agua.
Por otro lado, según la FAO, un 30% de los alimentos producidos para consumo humano nunca llegan a ser consumidos. Sin embargo no se detecta mucha alarma social por el despilfarro de estos alimentos con el agua y energía (más sus emisiones) que se han empleado en su producción.
“si sólo tuviéramos un grifo pequeño en casa, se gastaría mucha menos agua”.
Está claro que posicionarnos, y animar a posicionarse, como víctimas está en la naturaleza humana. Podemos pensar lo que queramos, dentro o fuera de la realidad; pero los datos son muy tozudos. Y siempre llevan a la misma conclusión: culpables somos todos y despistarnos culpando sólo a “otros” de la situación y pronóstico no es más que un autoengaño colectivo y un efímero e inútil alivio para nuestras conciencias. Por otro lado, la alternativa de delegar toda la responsabilidad a los políticos que gobiernan y legislan con la vista puesta en la siguiente cita electoral tampoco inspira mucha confianza.
¿Entonces qué? En una reciente conversación sobre el tema un hombre compartió una reflexión interesante: “si sólo tuviéramos un grifo pequeño en casa, se gastaría mucha menos agua”. Despilfarramos agua porque -todavía- creemos que nos lo podemos permitir y que hay mucha; además es muy barata (lo es). Un producto de “usar y tirar” de los, demasiados, disponibles en este mercado de la pretendida “abundancia”.
Lo que seguirá es bien conocido y supondrá cambios en nuestro actual estilo de vida: reducir el consumo y en este frente la vía de incrementar su precio será la más efectiva, re-utilizar el agua tantas veces como sea posible en sucesivos usos menos exigentes en pureza y producir agua dulce por desalación (actualmente con un coste entorno a 0.5 EUR/m³).
Este artículo también ha sido publicado el 1 de mayo de 2023 en la edición en papel del diario El Mundo de Castilla y León
José Aníbal Saquero Sanz dice
Educar para hacer un uso responsable y comprometido del agua puede ser muy importante. Si se enseñaran esta y otras asignaturas como transversales, desde la infancia, algo (o mucho) se podría cambar.