Diario El Mundo, edición de Castilla y León. 2 de mayo de 2017.
Educación
Desarrollar las facultades intelectuales y morales del niño o joven por medio de instrucciones, ejercicios y ejemplos -definición de educar según la RAE- es la base del desarrollo personal y profesional de todo ser humano.
Sobre la calidad e intensidad de nuestro -cada pocos años reformado- sistema educativo hay opiniones diversas. Las más frecuentes entre los que ya hemos alcanzado alguno de los distintos grados de madurez son que “los jóvenes de ahora saben menos” y/o “son más flojos” que “los de antes”; aquí con “los de antes” cada uno se refiere a su propia generación, claro.
Sinceramente, no creo que sepan menos; al contrario, creo que saben más. Para mi el matiz realmente importante está en las disciplinas en las que se poseen los conocimientos precursores del posterior desarrollo intelectual y moral. Progresivamente el número de disciplinas sobre las que se educa y, por ende, se poseen al menos unos conocimientos mínimos, se está reduciendo de forma muy alarmante.
Humanidades
No fui yo precisamente entusiasta de asignaturas como latín, lengua española o historia; pero esto no resta ni un ápice de la importancia instrumental que considero tienen las humanidades. Y lo mismo digo de las asignaturas de base científica, por supuesto. Un ciudadano respetuoso, informado, crítico y capaz de generar valor para la sociedad en la que vive, requiere una base educativa cuanto más generalista y profunda mejor. Sobre esa base sólida, la especialización hará excelentes profesionales en cada disciplina.
La supresión de las humanidades y del requisito de tener todo aprobado mengua su motivación para esforzarse, les alienta a pensar que la mediocridad no es incompatible con avanzar
¿Cómo afecta a los jóvenes la progresiva supresión de las humanidades del curriculum educativo y la eliminación del requisito de tener todo aprobado, ¡qué menos!, para obtener el título de la ESO?. La respuesta es clara: mengua su motivación para esforzarse, les alienta a pensar que la mediocridad no es incompatible con avanzar y, en definitiva, limita sus posibilidades de desarrollo posterior. Una auténtica lástima para ellos y para nuestra sociedad.
En el campo de la innovación, me cuesta imaginar a una persona súper especialista en un campo muy concreto obteniendo brillantes resultados sin ser capaz de entender de una forma amplia el problema a resolver y su contexto.
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