No lo hay como la incertidumbre, la necesidad y los tiempos de escasez para agudizar el ingenio y despertar del letargo inducido por largos periodos de confort, paz y exceso de opciones.
Por un lado – y por verle algo positivo – la actual situación de declive bélico, económico y social nos viene bien para reactivar nuestros instintos de supervivencia. Esos instintos cuya gestión hemos delegado, con una fe ciega e injustificada, al globalismo y sus mercados. Bueno, hay una justificación: en el mundo occidental están fuertemente instaurados el conformismo, la dejación y la indiferencia para los temas de los que depende nuestro futuro como sociedades. Eso sí, en temas de menor relevancia como las modas pregonadas por huecos “influencers”, el fútbol, las mascotas y el ocio en general, rápidamente nos enrocamos en opiniones desproporcionadamente fuertes; y hasta nos movilizamos si “nos indican” que lo hagamos. Por otro lado: el paro, la no-educación o el precio de la electricidad y los combustibles no son motivo de preocupación suficiente para salir a la calle… Esto sí es preocupante.
Abandonar y atacar lo importante para abrazar lo irrelevante mientras nos henchimos de autocomplacencia
Abandonar y atacar lo importante para abrazar lo irrelevante mientras nos henchimos de autocomplacencia. Esa parece ser la estrategia de una parte de la política, la cultura, los movimientos sociales y los medios de
comunicación. Si lo primero fuera el resultado de la suma de millones de voluntades tras un profundo ejercicio de pensamiento crítico, a partir de diversas fuentes de información (incluidas las históricas), me diría: ¡ojo, que tal o cual tendencia son fruto del análisis y la reflexión de mucha gente! Pero no, nos aferramos y seguimos a la ligera opiniones creadas al servicio de los intereses de unos pocos con una gran capacidad de ingeniería social y “extractiva”.
Siempre ha habido “unos pocos” que han manejado, con más o menos provecho “extractivo”, a grandes masas sociales. Sí, pero no siempre hemos tenido al alcance de nuestros dedos tantísima información para documentarnos, reflexionar y ser críticos.
Procede que administraciones en todos los ámbitos y ciudadanos trabajemos con ahínco para alcanzar el máximo nivel posible de soberanía (entendida como poder para tomar nuestras propias decisiones sobre la producción distribución y consumo) en los aspectos que mayor influencia tienen sobre nuestra calidad de vida y nuestro futuro. Soberanía alimentaria, energética, tecnológica, científica, productiva…Vendrán mal dadas, pero el trago será menos amargo teniendo disponibles “cerca” alimentos, energía, suministros, medicamentos, etc. Por supuesto: todo teniendo en cuenta el impacto de lo que hacemos en el ecosistema que puede que tenga que soportar a nuestra durante otros cientos de miles de años.
¿Incómodo, difícil, incoherente? Es posible. Piénsalo.
Este artículo también ha sido publicado el 5 de abril de 2022 en la edición en papel del diario El Mundo de Castilla y León
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